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jueves, 16 de abril de 2009

LA SANTIFICACION

A continuación les compartimos uno de los temas entregado en la pasada Convención Juvenil realizada en la 1° Iglesia de Viña del Mar.



LA SANTIFICACIÓN
“La voluntad de Dios es nuestra santificación” 1 Ts. 4:3

Es de notarse la importancia de la santificación. El escritor de la carta a los Hebreos exhorta: “Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor” (12:13). Pablo dice: “La voluntad de Dios es nuestra santificación” (1 Ts. 4:3).

La regeneración se relaciona con nuestra naturaleza, la justificación con nuestro estado y la adopción con nuestra posición, pero la santificación con nuestro carácter y conducta.

La justificación es lo que Dios hace por nosotros mientras que la santificación se refiere a lo que Dios hace en nosotros. Por medio de la justificación se libera al creyente de la culpa del pecado: pero la santificación, del poder del pecado.

Esta es la aplicación de la redención en Cristo Jesús.

1.- La definición del verbo “santificar”.
El A. T. relaciona el concepto de la santidad con Jehová. Este es santo en su majestad, trascendencia, misterio; está separado del hombre y del pecado. Santificar a Dios es reconocerlo en su santidad (Is. 8:13; 29:23). Se le santifica reconociéndolo y usando adecuadamente las cosas que él ha señalado (el día de reposo, el altar, el tabernáculo), y honrando a su pueblo elegido. A menudo la idea es la purificación. Pero santificación a Dios requiere una actitud interior y una conducta que corresponde a la santidad de Dios (Is. 1:14; 8:13).

Tanto el término griego hagiazgo como el hebreo qadash significan principalmente “separar”. El verbo griego hagiazgo tiene tres significados: reconocer que algo es venerable (Mt.6:9, 1 Ped.3:15); separarse de las cosas profanas y dedicarse a Dios, consagrarse (Mt. 23:17; 2 Ti, 2:21; Jn. 17:19), y purificarse (Ef.5:26, 1 Ts. 5:23). El adjetivo hieros quiere decir sagrado, consagrado a Dios, lo que le pertenece a Dios. Podemos definir la santificación como separarse del pecado, consagrarse a Dios y ser transformado a la imagen de Cristo.


Consideremos más ampliamente los tres aspectos de la santificación:

a) Separación del mal y de los profano. Separar para Dios es apartaser de toda contaminación, de todo lo profano y humano. Ezequías mandó a los levitas a santificar el templo sacando del santuario la inmundicia (2 Cr. 29:15-17).

b) Consagración a Dios. El tabernáculo, sus muebles y utensilios fueron santificados o dedicados exclusivamente al uso sagrado (Ex.40:10-11; Nm.7:1; 2 Cr. 7:16). Pearlman dice: “cuando el Santo desea emplear a una persona u objeto a su servicio, lo separa a él o ello para el uso común, y en virtud de la separación, la persona u objeto para su servicio, Dios lo hace su posesión especial, su propiedad”. En este sentido el Padre santificó a su Hijo y el Hijo se santificó a sí mismo (Jn.10:36; 17:19). Así que los creyentes son santificados en un sentido al convertirse (1 Co. 1:1-2; 1 Ped. 1:1-2; He. 10:14). Antes de nacer Jeremías fue santificado (Jer. 1:15), y Pablo habla acerca de ser apartado desde el vientre de su madre (Gá. 1:15)

c) Reproducir la imagen de Cristo en el creyente. “los predestinó para que fuesen hechos conforme a la imagen de su Hijo” (Ro. 8:29). Por medio de la santificación, Dios restituye a la humanidad caída el esplendor moral de esa imagen divina que le pecado había empañado (Gn. 1:26; Ro. 5:12). Y lo hace imprimiendo en ella la imagen aún más hermosa del Hijo de Dios. Así restablece al hombre nuevo en la rectitud de carácter y conducta, que debía de caracterizar al primer hombre den Edén. “Mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria a la misma imagen, como por el Espíritu del Señor” (2 Cor. 3:18).

2.- El tiempo de la santificación.

La santificación puede considerarse como pasada, presente y futura; o como instantánea, progresiva y completa. Es tanto un acto como un proceso.

a) Santificación Instantánea: hablando a los Corintios, Pablo dice: “y esto” (fornicarios, idólatras, avaros, etc.) “erais algunos; mas ya habéis sido lavados, mas ya habéis sido santificados, mas ya habéis sido justificados en el nombre del señor Jesús” (1 Cor. 6:11). ¿Qué significa esto? Se refiere a la santificación en posición, pero no en experiencia. En el momento que le pecador cree que Cristo es su Salvador, es santificado y se llama “santo” (1 Cor. 1:2; Ef. 1:1). Es la aplicación del sacrificio de Cristo al creyente: “porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados” (He. 10:14). En este sentido, Cristo ha sido hecho por Dios nuestra santificación (1 Cor. 1:30).

b) Santificación como proceso: Aunque el apóstol Pablo se refiere a los creyentes como “santos”, les exhorta a limpiarse de “toda contaminación de la carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios” (2 Cor. 7:1). Ora que los creyentes tesalonicenses sean santificados (2 Ts. 2:13). Así que la santificación es también progresiva o un crecimiento: “Creced en la gracia y conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2 Ped. 3:18).

Durante toda su vida terrenal, el creyente se separa del pecado, se consagra al servicio de Dios y crece en la imagen del Hijo de Dios. Con la segunda venida de Cristo se completa el proceso de santificación con la glorificación del creyente ( 1 Jn. 3:2; Fil. 3:20-21). No habrá posibilidad de pecar y el creyente será un perfecto instrumento de obediencia a Dios.

3.- Los medios de la santificación
¿Cómo se santifican los creyentes? ¿Qué medios se usan para hacer a los creyentes santos y semejantes a la imagen de Cristo? Los medios son tanto humanos como divinos.

a) Es obra de la trinidad: “Y el mismo Dios de paz os santifique por completo… Fiel es el que os llama, el cual también hará” (1 Ts. 5:23-24). “El que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo” (Fil. 1:6) Los tres miembros de la trinidad tienen parte en la obra de la santificación.

· El Padre santifica al creyente atribuyéndole la santidad de su Hijo; poda todo pámpano que no lleva fruto (Jn.15:2), disciplina a sus hijos (He. 12:5-7), y “produce tanto el querer como el hacer, por su buena voluntad”

· Jesucristo nos santifica. “Somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez y para siempre” (He.10:10). La muerte del cuerpo de Jesucristo nos separa del pecado y el mundo, y nos coloca aparte como redimidos y consagrados al servicio divino. Produce santidad en nosotros por el Espíritu (He. 2:11), y él es Autor y Consumador de nuestra fe (He. 12:2). Es el amor de Cristo el que nos constriñe (“gobierna nuestras vidas”, 2 Cor. 5:14, Versión Popular).

· También el Espíritu Santo nos santifica. “La ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado del la ley del pecado y de la muerte” (Ro. 8:2). La ley de Dios está en el corazón del creyente, “no con tinta sino con el Espíritu del Dios vivo” (2 Cor. 3:3), es decir, el Espíritu le motiva para hacer de corazón la voluntad divina. Es el Espíritu que lucha contra la carne y hace morir sus obras (Ro. 8:13), produce en el creyente los frutos del Espíritu (Gá. 5:22-23). Finalmente, es por el Espíritu que “somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen” de Cristo (2 Cor.3:18).

b) El lado humano: El Dios trino no hace todo en cuanto a la santificación; le ta al creyente hacer su parte. Este debe apropiarse de las provisiones de Cristo, su poder para llevar una vida victoriosa y santa. Algunos de estos recursos divinos son: la Palabra de Dios, la sangre de Jesucristo y el poder del Espíritu Santo.

· El estudio de las Escrituras y la obediencia a las mismas. “santificaos en tu verdad, tu palabra es verdad” (Jn. 17:17). “Para santificarla” (la Iglesia) “habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra” (Ef. 5:26). ¿Cómo santifica la Palabra de Dios? Haciéndonos ver el pecado; despertando la conciencia, revelándonos la voluntad de Dios; mostrándonos el carácter de Jesucristo; produciendo en nosotros fe; y ofreciéndonos el poder del Espíritu Santo. No hay poder igual al de la Palabra para apartarnos del mundo, de la carne y del diablo.

· La sangre de Cristo. “La sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado” (1 Jn.1:7), “Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero” (Ap. 12:11). La sangre (obra expiatoria) del Señor limpia la conciencia, fortalece la fe y nos permite acercarnos al trono de la gracia “para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (He. 4:16).

· El Espíritu Santo. Hemos mencionado ya el papel que desempeña el Espíritu Santo en la santificación; imparte vida, influye en la voluntad del creyente, lucha contra los deseos de la carne y libera de su poder. Le toca al creyente actuar para santificarse. Primero debe considerarse muerto al pecado, pero vivo para Dios. Luego ha de presentarse a Dios en consagración entera y entregar sus miembros al Señor como instrumentos de justicia (Ro. 6:11-13). Esta es la suprema condición para ser santificado (Ro. 12:1; 2 Ti. 2:21).
Bendiciones